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Trabajo con el niño interior

¿Quién es el niño interior?

Desde algunas perspectivas dentro de la psicología se considera al niño interior como esa parte de nosotros mismos que quedó atrapada en la infancia, con sus patrones de conducta, sus heridas y sus posibles traumas. De ahí que, cada vez que ante una situación determinada o contexto aparece una reacción en nosotros, podríamos pensar que, en realidad, lo que se ha activado es esa parte infantil herida y que precisa ser atendida. Estas heridas, emociones, dolores y traumas que llevamos arrastrando desde tanto tiempo y que hemos escondido en nuestro baúl de los olvidos, generan bloqueos, pérdida de espontaneidad, cortocircuitan la creatividad y la capacidad de sentir el amor y nos roban mucha energía y vitalidad.

Tras años de experiencia en el recorrido terapéutico considero básico e imprescindible poder hacer un trabajo profundo con el niño interior.

¿ Por qué es importante este trabajo?

El trabajo con tu niño interior te ayudará a mirarte, a entender el porqué de tus reacciones, a comprenderte, a atender esas partes dañadas para finalmente aprender a amarte y a disfrutar de la vida.

 

Herramientas para empezar..

 

Busca una fotografía de cuando tenías aproximadamente 5 años y la pones en la mesita de noche. Dedícate unas palabras de afecto y seguridad al despertar y antes de irte a dormir, por ejemplo: "te quiero mucho" ; "estás a salvo" ; "nunca te dejaré" ; "todo está bien" "eres maravillos@"; "perdóname por olvidarme de ti todo este tiempo".

Obséquiale de vez en cuando con algo que le guste, por ejemplo: "eres tan especial que te voy a dar un trocito de pastel" y te comes el pastel en su compañía. Este ejercicio, aunque pueda parecer simple, es tremendamente efectivo y sanador si se mantiene cada día como mínimo 3 meses.

 

Niña y psicóloga

Heridas emocionales

Todos nacemos heridos por el mero impacto de venir al mundo, por el recuerdo de nuestras memorias intrauterinas, juntamente con toda la información que traemos de nuestros padres y de todo nuestro sistema familiar.  Toda esta amalgama de información, a veces cargada de dolor y sufrimiento, constituye nuestro cuerpo emocional, el cual se irá edificando a partir de los impactos y experiencias de nuestros primeros años de vida. Estas heridas se manifiestan normalmente en forma de ansiedad, pensamientos obsesivos, auto boicots, miedo a la intimidad y a sentirse vulnerable, problemas de comunicación e infelicidad entre otra sintomatología. Si bien Lisa Bourbeau, escritora y famosa coach, habla de 5 heridas emocionales principales: el rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia, por mi experiencia, las más profundas son la herida de rechazo y de abandono.

¿Cómo reconocer la herida de rechazo?.

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Esta herida suele originarse en el mismo vientre de la madre, si el individuo no era buscado o deseado. También puede producirse a partir de situaciones en las que la persona no es aceptada, o así lo percibe, por parte de la madre, padre o por aquellos que ejercen este rol. El niño/a acaba pensando que no merece ni la aceptación ni el amor de los demás y cae en el autodesprecio y en el no merecimiento. Para ello crea una máscara (síntomas o formas de estar en el mundo) para protegerse de ese dolor. En el adulto se puede manifestar como: Miedo al compromiso e intimidad de cualquier tipo, necesidad de aprobación, temor a mostrarse ante los demás, acciones de evitación ante situaciones en las que pueda recibir críticas o la posibilidad de sentirse rechazado etc.

Es vital empezar por empoderarse, valorarse y darse el permiso para entrar en el merecimiento. Para ello, es importante prestar atención al verbo, empezar a hablarse bien y a crear una relación de amor y cariño contigo mism@.

¿Cómo reconocer la herida de abandono? 

Si bien es una herida que nace en la infancia tras haber sufrido un abandono real (adopción) o simbólico (padres que nunca están disponibles, inaccesibles emocionalmente, muy fríos, enfermos, muy ocupados, separaciones de los padres etc.) siempre el mayor abandono es el que nos hacemos a nosotr@s mism@s cuando no nos escuchamos, no nos hacemos caso y vivimos solo de cara al exterior buscando ahí nuestra fuente de seguridad y amor. La sintomatología principal es la tristeza y la máscara más habitual es la dependencia emocional (formas de vinculación con el otro muy disfuncionales que generan necesidad patológica y mucha ansiedad ante la mera idea de que el otro nos pueda abandonar). Esta herida muchas veces es la causa de que siempre escojamos el mismo tipo de relación tóxica o que permanezcamos en relaciones que en el fondo sabemos que no nos hacen bien por miedo a conectar con el vacío y la soledad.

Observa dónde caes en la victimización o en el rol de salvador/a, si buscas en exceso la validación o aprobación exterior etc. y empieza por aceptar esta herida, mirándola y haciéndote cargo de ella sin negarla. Para empezar a trabajar con una herida emocional lo primero que necesitamos hacer es auto responsabilizarnos de ella y ser muy conscientes de cómo dicha herida se manifiesta en nuestra vida. Empieza por anotar todo comportamiento y emoción que veas que no te hace sentir bien e indaga cuál es su propósito profundo, respóndete a la pregunta ¿de qué me protege este comportamiento?​

tomados de la mano

Herencia transgeneracional

El estudio de nuestro árbol genealógico es lo que nos permite acceder a la información de nuestra herencia transgeneracional, tanto la conocida como la escondida en el inconsciente familiar. Podríamos decir que nuestro árbol es un valioso mapa y una de las más potentes herramientas para ver quiénes somos y entender el porqué de muchas de las cosas que nos suceden. Desde la epigenética se ha comprobado que la carga genética de sucesos traumáticos ocurridos y ocultados en un ancestro, pueden manifestarse en los descendientes hasta siete generaciones posteriores en forma de enfermedades, repeticiones, situaciones análogas, etc.

Puedes empezar recopilando la información de las últimas cuatro generaciones anteriores a ti (bisabuelos, abuelos, padres): fechas de nacimiento y/o defunción, parejas, hijos, profesiones, enfermedades, sucesos. El simple hecho de empezar a buscar estos datos ya es sanador. 

 

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